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Brizuela: “En toda mi historia como juez, condené a un solo chico”
Alejado de la posibilidad de trabajar por los chicos que sufren, Rodolfo Brizuela decidió que el sistema judicial ya no condice con su “ideal de trabajo” y pidió su renuncia. La historia de un chico que sufrió la pobreza en carne propia y logró superarse hasta obtener una magistratura provincial.
Personaje indiscutido de La Matanza, tildado de “polémico” por algunos -él prefiere decir “trasgresor”-, el juez Rodolfo Brizuela, “El Chango”, como lo llaman muchos de los jóvenes a los que dedicó su vida, ya no ocupará su despacho en los tribunales de San Justo. Luego de 36 años de trabajar con menores y a dos años de ingresar a la clase pasiva, Brizuela decidió pedir la renuncia porque el sistema judicial ya no responde al “ideal de trabajo” con el que siempre soñó. Luego de la reforma judicial de 2008, el magistrado debió abandonar su cargo al frente del Juzgado de Menores N° 3 de Gregorio de Laferrere para convertirse en juez de Garantía del Fuero Penal Juvenil Bonaerense, con sede en San Justo. Ya no pudo vincularse con los chicos víctimas de delitos y su trabajo quedó reducido a controlar la constitucionalidad de las causas abiertas a menores procesados. “Todos están contentos con mi trabajo, pero es el trabajo que yo no quiero”, confiesa y pidió su renuncia. ¿Por qué tomó esta decisión? Hay cosas que no están de acuerdo con lo que yo he pensado toda mi vida. Hay muchas presiones. Hay denuncias. Todas las denuncias que tengo son de cuando yo era juez de menores. Desde 2008 hasta el presente, que trabajo como juez de garantía, no tengo ningún reproche. Todos están contentos con mi trabajo, pero es el trabajo que yo no quiero. Ahora, trabajo con chicos que cometieron delitos y que son sometidos a proceso. Los que no son procesables no están en la esfera de lo judicial. A mí, me queda pendiente qué pasa con los chicos que están fuera de lo judicial. ¿Y de quién dependen? De la Municipalidad y de los servicios de la Provincia. Pero la gente sigue diciendo que no tiene respuesta. Son órganos administrativos y esos chicos siguen sin tener el control del juez. Es muy duro para mí. Para mí, que trabajé con tantos chicos abusados y golpeados, que me digan “Usted solo puede trabajar con chicos de 16 a 18 años que cometieron un delito” es muy duro. Mi función se limita a garantizar la constitucionalidad de las medidas que se toman. Se eleva la causa y punto; yo no veo más al chico. ¿Por qué habla de presiones y de denuncias? Una crítica que se nos hacía a los jueces de menores es que teníamos chicos en comisarías o que internábamos por cuestiones de pobreza; y, hoy, sigue pasando lo mismo, es más, hay más chicos internados que cuando había jueces de menores. ¿Con eso tuvo que ver la denuncia del ministro de Desarrollo provincial Juan Pablo Cafiero? Cafiero nos denunció porque violábamos la Convención de los Derechos del Niño porque alojábamos a chicos en comisarías, cuando eran ellos los que tenían que darnos los lugares para alojarlos. El ministro denunciaba que los jueces hacíamos mal lo que él no estaba haciendo. Algunos me tildan de polémico; debe ser porque soy trasgresor, porque digo lo que siento. ¿Hay una tendencia a condenar a los chicos? Los números cantan. Hoy, hay más chicos condenados que cuando había jueces de menores. Porque hoy se somete a los chicos a un proceso penal, pero con la diferencia de que son menores. En toda mi historia como juez de menores, yo solamente condené a un chico. Cuando trabajaba en Laferrere, hemos llegado a tener el porcentual más bajo de toda la Provincia, de cuatro o cinco por ciento, porque trabajábamos con el chico procurando reinsertarlo. ¿Cómo se imaginaba que iba a ser su retiro? Yo siempre pensé que mi retiro iba a ser a los 65 años; que alguien iba a decir: “Doctor, usted ya cumplió todos los años, ya es tiempo de que se retire a descansar.” Pero esto es una decisión que tomé por las cosas que han pasado. Acá adentro, tuve un infarto, he dormido en mi despacho y no he vuelto a mi casa por querer resolver la situación de un pibe. No estoy arrepentido, al contrario, estoy muy orgulloso. ¿A qué se va a dedicar ahora? Trataré de ver si puedo volver a enseñar en la Facultad; fui docente durante nueve años. Además, quiero escribir un libro sobre los derechos de los niños, con un lenguaje simple y comprensible para todo el mundo. ¿Qué me van a hablar de esfuerzo? Mucho antes de soñar con el prestigio de ser un representante de la Justicia, Brizuela pasó dos años y medio en un instituto de menores. Fue cuando su mamá debió ser hospitalizada y, sin nadie más que lo cuidara, el pequeño tuvo que ingresar a una institución de General Rodríguez. Más tarde, se recibió de maestro y viajó a Buenos Aires para estudiar abogacía, carrera en la cual se graduó en 1982. Mientras estudiaba, trabajó como lavacopas y ayudante de albañil: “Salía de la obra y, en pleno invierno, me bañaba con una manguera de agua helada para sacarme la cal y viajar a la Facultad”. (fuente EL 1DIGITAL 23/5/2011)
Rodolfo Brizuela, Juez de La M;atanza, fue niño de la calle. En la emisión del 3 de marzo de 1995 en ORAL Y PÚBLICO lo entrevistamos para desarrollar el tema niños y delito, imputabilidad, ionstitutosm de menores